martes, 21 de abril de 2009

Realidad


Frágil,

pensativa,

diurna.

Te sentí reír,

como si tus labios

pintaran centellas

de mil sabores,

con aroma a canela

en el café.

Y, a pesar de ello,

sólo balbuceabas,

como si un furtivo beso

te hubiese dejado

sin aliento.

Te creí concisa,

febril,

extraordinaria.

Era mi imaginación

o mi inmenso anhelo

de que, finalmente,

rompas el misterio,

con el suave

vaivén de tus caderas.

Y esa lágrima

que descansa en ti,

ha naufragado

en otros corazones,

montones de seres desesperados,

aterrados por la congoja

de saberse

despiertos

en este bello sueño.

Quisiera tomarte de la mano,

samarrear tu alma,

abrazar tus miedos,

gritarte al oido,

que escuches

el roer de las olas

en tu profundo océano;

y, entonces,

regreses,

reanudes

el paso,

librando tus alas

a este firmamento,

y como si la pena

se hubiese aligerado,

retomes tu vuelo.

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